El título de la película es un imperativo que llama a fundirse el uno en el otro hasta con-fundirse; a subsumirse para que de dos identidades resulte una unidad: Elio y Oliver/ Oliver y Elio.
El film se desarrolla en ambientes interiores y exteriores que respiran cultura, sensualidad y erotismo. Esos espacios están ocupados por personajes políglotas que pasan en su conversación cotidiana de un idioma otro, con citas propias de eruditos, referencias frecuentes al arte universal e interpretaciones al piano absolutamente pertinentes.
Todo parece llamar a la seducción. Allí está el árbol de albaricoques cuyo fruto en algún momento funciona como albergue de una eyaculación, están igualmente las imágenes de esculturas grecolatinas cuyos torsos incitan a ser poseídas según el decir del padre de Elio, se escuchan las piezas musicales alusivas al momento, se evidencia el discurso y la actitud cómplice de los padres de Elio, todo lo anterior enmarcado en el paisaje y el clima de un luminoso verano de l983 en una vetusta casa del siglo XVII ubicada en una hermosa localidad del norte de Italia.
Conspiración total en favor de la seducción del adolecente Elio hacia Oliver, un joven mayor que llega como pasante a trabajar ese verano con el padre de Elio, un arqueólogo famoso. Cada frase, cada gesto de Elio van encaminados a resolver ese pendiente sobre sus preferencias sexuales. Oliver sucumbe sin mucha dificultad porque sus reticencias debidas a su condición de invitado, sólo enmascaran un deseo igualmente intenso, según su propia confesión en un momento de intimidad.
El verano termina. Oliver debe partir a seguir con su vida. Elio sumido en el dolor, sólo logra amainarlo cuando su padre le refiere una experiencia similar y lo convoca a vivir con ella porque se trata de un sentimiento raro.