Si bien la película ubica el drama político-religioso en El Líbano – Oriente Medio, a manera de espejo, la temática es válida para cualquier espacio geográfico del mundo, en el cual coincidan comunidades antagónicas por cuenta de sus creencias y valoraciones.
Si estas comunidades además soportan el peso de historias de dolor sin resolver, memorias de desplazamiento, negación de sus identidades, secuelas de despojos y saqueos; las condiciones están dadas para que el más simple malentendido se convierta en chispa incendiaria que polarice el entorno hasta llegar al absurdo.
La cinta viene con moraleja incluída y remarca las fatales consecuencias de un lenguaje excluyente cuando emisor y receptor se encuentran especialmente vulnerables en razón a su propio pasado.