Cuando se intenta explicar a un grupo de estudiantes de cine o de algún taller audiovisual, conceptos como acción dramática y motivación, se corre el riesgo de generar confusiones.
Para hacer claridad, se puede tomar el ejemplo del CONDE DE MONTECRISTO, en su adaptación del año 2002, dirigida por Kevin Reynolds. En ella Edmond Dantes, se lanza a una cruzada para minar el prestigio de su antiguo mejor amigo Fernand Mondego, quien lo traiciona, confinándolo al presidio, al tiempo que seduce a su novia, haciéndola su mujer. Así las cosas, Dantes escapa, se hace ducho en las artes de la lucha y se convierte en un hombre rico y poderoso. Su motivación es la venganza y su acción dramática, será retomar el lugar que le corresponde en la sociedad, para luego acabar con el buen nombre de su enemigo, demostrando que se trata de un ser ruin y deshonesto.
Con frecuencia el elemento que cuesta más identificar es la motivación, mientras que la acción dramática salta a vista. El primero, la motivación, es la razón de ser de la acción y requiere de algo más de análisis para salir a la luz. Jugar a encontrar elementos fundamentales para la estructura de un relato, ayuda a que el estudiante aplique el mismo rigor cuando se enfrente a sus propios proyectos. De esta forma sus propuestas tendrán una lectura superficial y otra profunda.